Cada noviembre, el Buen Fin se siente como una temporada de “todo se puede”. Las tiendas sacan sus mejores banners en rojo, los ecommerce prometen descuentos irresistibles y las tarjetas de crédito se vuelven la llave de acceso a cualquier deseo. Basta entrar a Liverpool o Walmart para escuchar la misma frase una y otra vez: “Aprovecha los meses sin intereses”.
En Amazon, Mercado Libre o Suburbia se replica la fórmula y parece que no hay ninguna razón para no comprar. La idea de pagar poco a poco se siente ligera, posible y hasta inteligente.
Pero hay un lado B del que casi nadie habla, un detalle pequeño que transforma la aparente oportunidad del Buen Fin en una deuda que no termina nunca. No es el descuento, no es la promoción, no es la tienda. Es lo que pasa cuando aceptas meses sin intereses sin entender realmente cómo funcionan
Los meses sin intereses: ¿promoción o deuda a largo plazo?
Los meses sin intereses del Buen Fin son atractivos porque apelan a la emoción. En lugar de pensar en el precio total, el cerebro se enfoca únicamente en el pago pequeño mensual. En los stands de Liverpool o en las páginas de Walmart aparece la frase “solo $500 al mes”. Ese “solo” hace que el monto total deje de importar. Sientes que puedes pagarlo. Sientes que estás aprovechando una oportunidad inteligente.
Y en parte, es verdad: los meses sin intereses no generan interés alguno mientras cumplas una condición específica. Esa condición, que está en la letra chiquita, es pagar el total de la mensualidad correspondiente cada mes. Si por cualquier razón pagas menos —aunque sea por error, por falta de liquidez o porque hiciste otra compra con la misma tarjeta— la promoción deja de aplicarse. Desde ese momento, el banco puede activar intereses que oscilan entre el 40% y el 70% anual dependiendo de la institución financiera.
Así funcionan tiendas como Liverpool, Walmart, Amazon, Suburbia y prácticamente cualquier comercio durante el Buen Fin. No es que la promoción mienta. Es que está diseñada para que dependas de tu disciplina financiera.
Ejemplo claro de lo que pasa en la vida real
Una persona compra una pantalla en Liverpool durante el Buen Fin, a 12 meses sin intereses. La pantalla cuesta $12,000 pesos y la mensualidad debería ser de $1,000 pesos. Su intención es pagar los $,1000 pesos cada mes. Pero a la mitad del proceso ocurre una emergencia o simplemente se descontrolan los gastos de diciembre. Ese mes paga únicamente el mínimo que aparece en el estado de cuenta, que podría ser $500 o incluso menos.
En ese instante, la promoción se rompe. La deuda ya no está en meses sin intereses. A partir de ese mes, el banco empieza a cobrar intereses sobre el saldo pendiente. Y lo peor: muchas veces el banco destina el pago mínimo a las compras más recientes, no necesariamente a la compra que estaba en promoción durante el Buen Fin. Eso significa que la pantalla puede quedar “enterrada” en el saldo insoluto mientras se generan intereses sobre ella.
El resultado es devastador: una compra pensada para un año termina pagándose en dos o tres, con intereses acumulados que pueden superar la mitad del valor del producto.
El verdadero problema no es el Buen Fin. Es la ilusión del pago chiquito.
El Buen Fin activa varios sesgos psicológicos que influyen directamente en la decisión de compra.
El primero es la ilusión de liquidez. Como no sale el dinero completo de tu cuenta al momento, sientes que “todavía tienes dinero”. Crees que estás comprando sin afectar tus ingresos del mes. Pero lo que realmente está pasando es que estás comprometiendo tu liquidez futura. De diciembre a diciembre siguiente, una parte fija de tu ingreso ya está destinada al pago de esa compra.
El segundo es el costo fragmentado. Ver un pago dividido en mensualidades hace que el cerebro calcule únicamente esa parte del gasto y no el total. Ese sesgo se vuelve peligrosísimo en temporadas como el Buen Fin, porque si pagas $500 por una pantalla, $300 por una blendera, $250 por una silla de escritorio y $800 de un celular en Amazon, crees que gastaste poco. No ves la deuda acumulada de $22,000.
El tercer sesgo es el de exceso de confianza. Las personas piensan: “Sí puedo pagarlo cada mes, no pasa nada”. Pero la vida pasa. Llegan emergencias, gastos escolares, el mantenimiento del coche, un viaje inesperado o simplemente diciembre y sus compromisos sociales. Ahí es cuando pagar el mínimo parece temporalmente conveniente y la deuda comienza a crecer invisible.
Así es como los meses sin intereses se vuelven eternos.

Liverpool Buen Fin, Walmart Buen Fin y Amazon: la letra pequeña que nadie explica
Durante el Buen Fin, tanto tiendas físicas como e-commerce utilizan una misma estrategia: destacar la promoción y ocultar las condiciones. Liverpool, Walmart y Amazon usan mensajes como “18 MSI con tu tarjeta participante” o “Hasta 24 MSI”. El foco está en la facilidad del pago, no en las consecuencias de fallar.
Si además usas esa tarjeta para otras compras posteriores —por ejemplo, gasolina o súper— el banco decide cómo aplicar tu pago. Usualmente se destina primero a saldos con intereses, no al saldo de los MSI. Eso significa que aunque tú creas estar pagando puntualmente, el banco puede estar decidiendo otra cosa con tu dinero.
Lo que parece “un financiamiento sin costos” puede convertirse en un financiamiento más caro que un crédito personal.
Cuando el Buen Fin compromete tus próximos meses (o años)
La mayoría de las deudas del Buen Fin no nacen el día de la compra, sino en los meses posteriores. La razón principal es que el pago a MSI se convierte en un gasto fijo más del presupuesto mensual. Durante los primeros meses parece manejable, pero cuando se acumulan varias compras a meses sin intereses —una pantalla de Liverpool, un celular de Amazon, ropa en Suburbia— se generan tres escenarios inevitables:
- • La tarjeta se vuelve una extensión del ingreso mensual real.
- • El usuario pierde la capacidad de afrontar imprevistos.
- •Se activa la deuda rotativa con intereses.
Esta combinación hace que miles de personas estén pagando en julio algo que compraron el Buen Fin anterior.

¿Qué hacer si realmente necesitas liquidez para aprovechar una oferta?
Aquí está la solución estratégica: separar la compra del financiamiento.El error más común es financiar la compra directamente con la tarjeta de crédito a través de meses sin intereses. Una alternativa es obtener un crédito con pagos fijos, donde sabes desde el primer momento cuánto vas a pagar, en qué fecha termina tu financiamiento y cuánto vas a desembolsar cada mes.
Este tipo de financiamiento evita la incertidumbre de los MSI. No depende de si la tienda lo respeta, ni de si el banco santifica el pago completo del mes. No te ata a la tarjeta. No genera intereses por error.
Un crédito con pagos fijos —como MultiMoney— permite comprar la oferta del Buen Fin sin convertirla en una deuda eterna. Desde el primer día sabes cuánto pagarás, cuándo termina y no hay cambios inesperados ni intereses ocultos.
Con los MSI del Buen Fin pagas cuando puedes.
Con un crédito con pagos fijos pagas cuando debes.
Conclusión
El problema no es el Buen Fin, no son los meses sin intereses, ni las tiendas. El verdadero problema es comprar desde la emoción sin pensar en el impacto financiero que tendrá durante los siguientes seis, doce o veinticuatro meses. La estrategia no es evitar el Buen Fin, sino usarlo inteligentemente. El objetivo no es dejar de comprar, sino dejar de endeudarte sin darte cuenta.
El Buen Fin no debería comprometer tu enero. Debería ayudarte a tomar decisiones que mejoren tu tranquilidad financiera, no que la pongan en riesgo.
